Mi amiga, la de cabello negro, me acaba de dar una lección de ciencias aplicadas que nada tiene que envidiarle a mi profesor de Finanzas en Rutgers, quien raspó a medio salón –entre ellos al 26vo. mejor contador de India– con preguntas tan sencillas como qué es más rentable financieramente, comprar una suscripción anual del The New York Times o comprarlo sólo cuándo lo quieres leer. Mi amiga me contó como cuando estaba a punto de decidir si su hoy esposo era el hombre de su vida lo sentó (cariñitos y comidita rica de por medio) y le aplicó una batería de 20 tests psicológicos que le había dado otra amiga. ¡Ay, ay, ay!
No es gay el guey, no tiene patologías severas que reportar, nada de problemas graves con la autoimagen, no odia a su mamá, démosle con confianza. En fin, una joyita; como joyita, otra querida pareja de amigos: abogada ella, matemático puro él. Mientras La Abogada pensaba en qué ponerse para salir con el muchacho, el muchacho iba anotando cuidadosamente la conducta del objeto de su análisis y de su amor: promedio de llamadas respondidas, frecuencia de miradas con cara de vaca enamorada, desviación estándar de conductas cariñosas, una campanita de Gauss para medir su buen carácter de acuerdo al calendario lunar, una regresión sencilla para calcular cuántas veces prefería salir con él que con el resto de los amigos. En fin, al momento de proponerle matrimonio, el muchacho tenía 98% de probabilidad de un sí. Vivan las matemáticas!
Claro, cada quien hace uso de las herramientas que tiene para sus investigaciones. La mía, un poco de teoría del caos, algo de conversación y mucha observación. Barato, divertido y hasta me pagan la cena. Ustedes, ¿cuál usan?
Con respecto a lo de la suscripción: comparen cuánto cuesta comprar el periódico 3 veces por semana (incluido los domingos), versus pagar la suscripción anual…
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