El agua nos botó del balcón y nos obligó a refugiarnos en el salón. El gato vino corriendo, maullando, a avisar que su espacio favorito junto a la ventana estaba mojándose. Imagino que quería que lo secara. Lo sequé y se fue a dormir en un cojín junto a otra ventana.
Así las cosas, creo que ya me recuperé de los vinitos de anoche y terminé de digerir las reflexiones de mi amiga la vecina. Ayer admitió -otra vez- su enorme miedo al compromiso y el fastidio que le da meter a un hombre en su casa si ella está tan cómoda viviendo con su hija, con sus cremas en la cara, sus rollos en el cabello y sin tener que pretender ser una Misia Venezuela 24X7X365. Le fastidia, también, tener que quitarse a sombrerazos al poco de barrigones casados que tanto se le acercan –por su propio miedo al compromiso.
La vecina quiere romance y diversión y más ná. Ella quiere un cada quien en su casa. Intensos go home. Favor abstenerse psicólogos aficionados y cultores del New Age. No aplicar si va al Gold´s Gym o si tiene biceps de 50 cms. Es que la vecina, acostumbrada como muchas de nosotras a hacer su vida, ahora tiene que rebobinar algunos de sus métodos y procesos si quiere darle espacio a alguien que verdadera y definitivamente valga la pensa.
Pero no es la única, mi pana, el de PB anda igual. Enamoradísimo y sinverguensísimo, pasa de loca en loca y luego –cuando se acuerda y baja las defensas y deja de decir tonteras– se sienta con las panas-panas del edificio a cantar sus soledades y planificar viajes estrambóticos para celebrar su cumpleaños en Atenas, Buenos Aires, Santa Marta o cualquier otra ciudad que se le ocurra. Lo exótico del plan depende de la edad del whisky, no se extrañen que termine en Estambul, aunque sea en sueños.
Entre los vinitos y los cuentos, volví a casa y terminé echándole el cuento al más o menos indicado. Inmediatamente me devolvío el backhand y cual Federer en el US Open me la rebotó en el ombligo. Y yo en mis trece: No es miedo al compromiso, es que uno no está para creer en piedritas y vidriecitos de colores. Hay que saber dónde estamos parados para dar el próximo paso… Me dio la razón y continuamos la conversa hasta que el sueño nos venció, cada quien en su casa.
Por lo pronto, nada mejor que un pragmático y un buen plan de Movilnet.
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