miércoles, 17 de agosto de 2011

Otra historia de boxeadores...

¿Les conté que conocí a un chamo súper dulce que se sonrojó cuando le hice un piropo?

Las cosas comienzan cuando el Jorge Marcano me llama y avisa que está en la pastelería Edelvays, a media cuadra de mi casa para que baje a desayunar con él. Como soy bien obediente bajé corriendo a degustar sendo cachito de almendras y un cafecito rico... Mucho mejor que mi régimen de Yoka, Minalba y Kraker Brand.
Todo iba bien y estábamos haciendo planes para conquistar el mundo y así hacernos ricos junto con la Olenka (la esposa del Jorge) hasta que llegan estos dos negritos, vestidos de Adidas de pie a cabeza con un maletín grandote y un bolso, grandote y negro también. ¡Demasiada cultura urbana para mis 10 de la mañana!
Se sientan en la mesa detrás nuestro y desde ese momento la conversa perdió toda coherencia, pues a uno de ellos se le ocurrió abrir el maletín quién sabe para qué. El Jorge miraba por encima de mi hombro nerviosamente a ver qué estaban haciendo y yo, echa la loca, miraba de retruque a través del reflejo de los lentes de sol de Jorge, preparada para salir corriendo.
¡Quién sabe qué tendrían dentro del bolso! Cualquier vaina, pero nunca me imaginé ver esa cosa de cuero, con espejitos, piezas doradas y piel falsa que brillaba desde el maletín y que estaban reparando con Pega Loca: el cinturón de Campeón Mundial de la World Boxing Association, pues resulta que uno de los negritos (igual de negrito que yo, por cierto) es Miguel Acosta.
Pasado el susto,  pasamos a la fase de la "Fan Enamorada" y el Jorge y yo comenzamos a lanzarnos una de ¡Wow, qué arrecho, chamo, felicitaciones, y tú cómo te llamas! Y el chamo, súper dulce, de lo más lindo,  que no le salía la voz del sonrojo y la pena que cargaba. ¡Y esta negrita con aquella pena por sifrina, racista y mal pensada!

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